El robot

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Por Aledith Coulddy

En un universo paralelo no muy distinto al nuestro, un ser superior observaba su creación. Se balanceaba hacia atrás y adelante con gesto dubitativo y miraba a través de sus ojos que todo lo ven, los distintos mundos que se postraban ante él.

Había transcurrido bastante tiempo desde que los seres humanos llamaron su atención. La criatura a la que, para fines prácticos llamaremos Freddie, no tenía problemas entendiendo a otros seres galácticos. Desde aquellas criaturas de micrómetros de altura que viajaban de mundo en mundo rompiendo la barrera espacio-tiempo, hasta los titanes come mundos, habitantes de una de las galaxias limítrofes de su universo.
Los humanos, sin embargo, insistían en regalarle un exquisito dolor de cabeza cuando actuaban de una forma que él no había previsto.
Esta fue la razón por la cual decidió visitar la Tierra; lanzó un dado de diez mil caras, una correspondiente a cada ciudad que hasta el momento se había molestado en censar y esperó pacientemente hasta que éste le indicó la ciudad de Guadalajara. Se transformó en un ser tridimensional para que los humanos pudieran entenderlo y llegó más rápido que un parpadeo.

Freddie fue a parar a una zona boscosa rodeada de neblina, donde se hallaban algunos humanos trotando. Infortunadamente, no previó que a su llegada hubiera traído consigo un intenso tornado acompañado de relámpagos y truenos. Los habitantes de Guadalajara, naturalmente, se sorprendieron ante tal fenómeno. Salían de sus casas a observar a la inmensa criatura de aspecto robótico sin cara, que medía más de veinticinco metros de altura. Los jóvenes compartían en sus redes sociales fotos y videos de lo ocurrido y los viejos creían que por fin, el apocalipsis se estaba suscitando.

Freddie al ver el escándalo provocado por su arribo decidió poner orden y con voz estrepitosa habló a los presentes.

—Hijos míos, soy su creador. No les haré daño, estoy aquí en son de paz.

La gente que había permanecido expectante no entendió ni un ruido emitido por Freddie. Él continuaba tratando de explicarles sus motivos, pero cada que hablaba, los humanos sólo percibían un agudo silbido, parecido a un siseo viperino.

Las personas estaban cada vez más ansiosas y de todo el mundo llegaba la prensa internacional a Guadalajara; hacían coberturas especiales de 24 horas acerca del gigante robot que emitía sonidos ininteligibles.

Rusia y China se declararon inocentes cuando Estados Unidos los culpó de crear una conspiración terrorista en contra de la vida occidental. La mayoría de los países se volvieron paranoicos y los días transcurrían sin que nadie diera razón de tan extraño suceso. Lo único cierto era que, por algún extraño motivo, no podían acercarse a Freddie; a metros de lograr contacto surgía una energía inexplicable que los repelía. El robot era intocable y sus sonidos, aunque cada vez más entendibles, seguían siendo incomprensibles para los imberbes tímpanos humanos.

Al sexto día, los presidentes de las naciones más poderosas decidieron reunirse para determinar el proceder de la raza humana. Invitaron a tomar la decisión a varios científicos de renombre y a los personajes más importantes de la religión católica, judía y musulmana.

El presidente de los Estados Unidos en representación de los otros mandatarios fue el que habló primero.

—Nosotros opinamos que debemos esperar a que el Robot encuentre la forma de comunicarse. Ha mostrado evidentes progresos, y nuestros analistas predicen que para la siguiente semana, ya habría encontrado la forma de decirnos por qué está aquí. Si continúa sin revelar sus motivos, atacaremos.

Los religiosos negaron en desacuerdo y el Papa se levantó del asiento con impaciencia.

—En todos nuestros libros sagrados jamás se han visto registros de lo que está ocurriendo, no podemos confiar en este demonio. Si fuera un extraterrestre, representa un peligro para la humanidad; si fuera Nuestro Señor, ya habría encontrado la forma de hablarnos, pues él es omnipotente. Se deben tomar medidas más drásticas.

Un famoso científico interrumpió el argumento del Pontífice levantando la mano en señal de decisiva autoridad.

—Nos encontramos con un asunto que debe ser tratado con la máxima inteligencia. Es claro que dentro de este ser ignoto existe una ciencia que nos supera como seres humanos. No podemos catalogarlo en algo tan básico como sólo un alien o una deidad. Debemos estudiarlo aun cuando se muestre renuente al contacto.

Las opiniones se convirtieron poco a poco en argumentos cada vez más absurdos, los ancianos religiosos elevaron la voz en rezos aún más difíciles de descifrar que las palabras de Freddie. Los científicos gritaban, el primer ministro de la Gran Bretaña se peleaba a golpes con el presidente de Francia y mientras esto sucedía, algún país del medio oriente, dirigía un misil de alta potencia hacia Guadalajara.

Una gran explosión cubrió los cielos de la ciudad destruyendo las casas aledañas y Freddie que se encontraba ya bastante exasperado pues habían pasado dieciocho segundos desde que llegó y seguía sin poder comunicarse, habló más fuerte que nunca.

—¡Ya basta! ¿Es que no hay un ser racional en este mundo? ¿Por qué nadie me entiende?

La poca gente que sobrevivió a la catástrofe sólo escuchó el siseo serpentino multiplicado a un millón y Freddie hastiado de la situación, huyó del planeta Tierra.

Días más tarde, se dijo oficialmente que un par de países árabes habían sido los culpables de todo lo ocurrido. El resto del mundo les exigía desvelar sus avances tecnológicos, pero al no poder darles respuesta, se suscitó un evento bélico que por poco llegó a ser la Tercera Guerra Mundial.

Mientras tanto, en un universo paralelo, no muy distinto al nuestro, un ser superior llamado Freddie se encontraba admirando su creación. A lo lejos vio un punto azul rodeado de varios planetas y un sol muy brillante. Lo miró por otros largos dos segundos mientras pensaba, “están locos, los humanos están locos de remate”.

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