
Por Jonathan Novak
La última respuesta es un cuento escrito por Isaac Asimov en los años 80’s. En esta breve narración, Murray Templeton, un físico ateo, muere repentinamente y, posterior a su deceso, como si se tratara de una de esas historias de vida después de la muerte, se observa a sí mismo mientras él, en forma de “alma”, asciende a lo que, en un principio, interpreta como el cielo. Entonces, habiendo perdido toda corporeidad y todo sentido terrenal, una voz le habla. Murray inmediatamente asume que esta voz pertenece a Dios y, aunque el ser lo niega, el diálogo que mantienen implica que aquella entidad desconocida se trata de algo muy similar al Dios cristiano.
En este cuento, Isaac Asimov plasma, en base a un diálogo extenso, una duda existencial que probablemente lo aquejó en algún momento. De existir, ¿cuál es el propósito de Dios?
La duda
A lo largo de esta narración se nos muestra la situación de Murray, quien se encuentra a merced de este otro ser, el cual lo incita a “pensar” sin darle un motivo real más que el de, simplemente, entretenerlo. Es esta carencia de objetivos lo que nos guía hasta la última respuesta. El ser omnipotente y omnisciente coloca a Murray en una posición fija, pues, existiendo eternamente, pensar es lo único que puede hacer. Sin embargo, la rebeldía del protagonista entra en juego. Murray es incapaz de aceptar su situación por lo que decide generar su propio fin y, a raíz de esta búsqueda, Asimov nos permite entrar en su mente, otorgándonos, respuesta tras respuesta, retazos de filosofía.
El diálogo interno
Como mencioné anteriormente, esta historia es contada en gran parte, por la charla sostenida entre el físico Murray y la extraña voz. Es interesante el progreso de la charla ya que parece más un diálogo interno que una conversación entre dos seres. Por un lado, ambos parecen combinarse de manera impecable y, cuando el entendimiento de Murray llega a un obstáculo, la voz interviene para acercarlo a la respuesta. Es esta dinámica fluida la que recuerda a las charlas que tenemos todos con nosotros mismos y es por tal razón que considero que la creación de este cuento responde a una pregunta que el autor se hizo en algún momento. Lo que vemos en la narración es solo la corriente de pensamientos de Asimov. Esta característica le otorga al cuento no solo fluidez sino que lo convierte en una pieza que te acerca al autor y a su manera de ver el mundo.
Finalmente, la ultima respuesta es revelada, siendo por sí misma una observación de Murray a la cual llega como resultado del intercambio de ideas con la misteriosa voz, no sin dejar ver cómo este ser, casi divino, muestra muchas características humanas, y es que después de todo, sólo tenemos la capacidad de comprender nuestros propios comportamientos los cuales solemos transferir a nuestras obras. Esta prosopopeya representa otra clave para interpretar dicho cuento como un diálogo interno del propio Asimov, el cual sirve no solo para entretener sino para guiarnos a considerar otras respuestas a nuestra propia realidad.