La misión a través del bosque

Ilustración por Jorge Miguel Jacinto

Por Aledith Coulddy

La ciudadela estaba a tan sólo cuatro o cinco millas de distancia, sin embargo, el terreno se había tornado complicado tan pronto Persel puso un pie en el bosque.

A lo largo de éste, un paisaje de troncos robustos adornaban la vereda que apenas si alcanzaba a notarse. Musgo crecía en direcciones erráticas a través de todo el camino y la luz del sol se colaba con dificultades por alguno que otro recoveco que las gruesas ramas no lograban cubrir.

Persel, acostumbrado a los paisajes más inhóspitos e inusuales, no temió en un inicio la travesía plantada ante él, no obstante, una vez se adentro a la oscuridad de la arboleda, percibió unos ojos impresos en su nuca, obligándolo a voltear de tanto en tanto para descubrir a su acosador o confirmar que, en efecto, no fuera todo aquello producto de su imaginación.

Nerturviry, La Gran Ciudad de las Rocas, se presentó imponente al otro lado del bosque cuando Persel se hallaba a los lindes de él. La princesa Arianna le había encargado recolectar el oro acordado por la renta de los suelos en los que Nerturviry se levantó hacía ya más de ochenta años atrás. El reino le confería protección a sus huestes mientras, puntual, se le otorgara de vuelta el pago acordado por estos servicios.

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