Por Oscar Valentín Bernal
En narrativa la descripción es una herramienta fundamental, mediante la cual transmitiremos de manera detallada, cómo son los lugares, personajes, objetos y sentimientos que aparecen a lo largo de nuestra obra, buscando con ello nutrir la atmósfera para envolver al lector, dar credibilidad a los hechos narrados y desarrollar de manera acertada a nuestros personajes.
El método y la profundidad de la descripción varía según el estilo del autor y la impresión que éste quiera producir sobre sus lectores.
Si bien, el tipo de descripción empleado durante el proceso creativo depende totalmente de las preferencias del escritor, al final llegará a ser un factor determinante para varios aspectos esenciales del trabajo construido, por lo que su desarrollo debe ser llevado a cabo de manera meticulosa para generar congruencia y armonía con los demás aspectos de la obra y conseguir crear el efecto deseado.
La descripción va de la mano con el formato narrativo en el que se trabaja. Generalmente, será necesario profundizar más en este aspecto al realizar un escrito de volumen considerable, siendo por lo regular un poco más simple en cuentos cortos, donde lo que se requiere es contar los hechos de la manera más sencilla y ágil posible.
Cuando hablamos de una gran variedad de géneros, también lo hacemos de diversas técnicas descriptivas, siendo muy diferentes los aspectos que conviene resaltar en una obra de misterio o terror, con los que servirían a una aventura de ciencia ficción, una comedia o un drama romántico; que, si bien, todos ellos podrían contar por ejemplo, con una escena en un parque donde juegan niños, la ejecución en la descripción de dicha secuencia, terminaría siendo por completo distinta en cada uno de los casos.
Entonces, siendo conscientes de que el tipo de descripción que manejemos estará ligada directamente a la ambientación, a la transmisión de ideas y a otros aspectos muy importantes para nuestra obra, debemos seleccionar cuidadosamente los elementos en los que conviene centrarnos.
Una buena descripción nos permite ampliar o focalizar el campo narrativo y colocar al lector en una escena o lugar específico, haciendo posible el controlar la velocidad de la historia con el objetivo de moverla más o menos rápido según sea necesario, resaltando, de este modo, detalles importantes que el lector necesita asimilar para comprender la historia.
Para llevar a cabo una técnica de descripción adecuada, es necesario visualizar lo que tenemos en la escena y conocerla a detalle para poder decidir lo que queremos expresar y cuáles serán los elementos que nos ayudarán a lograrlo, de manera similar a un pintor que se vale de sus pinceles, pinturas y demás materiales para plasmar una idea sobre un lienzo. En el caso de la narrativa, lo llevaremos a cabo con palabras, y nuestro lienzo será la mente del lector donde se quedarán grabadas.
Escenarios
Al analizar un escenario debemos preguntarnos
¿cómo es?, ¿dónde está ubicado?, ¿qué podemos ver?, ¿qué hora es y cuánta luz hay?, ¿cuáles colores predominan?, ¿cuál es el clima?, ¿hay seres vivos en los alrededores?, ¿a qué huele?, ¿qué podemos escuchar ahí?
Cuestiones tan simples como un día nublado, una nevada o la lluvia, pueden cambiar por completo el sentido de una secuencia, volviéndola sombría o melancólica o, por el contrario, si manejamos los elementos adecuados, podemos enviarla contra las cuerdas de la cotidianidad.
La forma en que describamos los objetos contenidos en un escenario contribuirá a infundir la chispa atmosférica adecuada para nuestra narración. «El río corría turbio después de la tormenta, arrastrando todo a su paso a través de los parajes ocultos e inexorables de los bosques noruegos, en los que desde hacía eones no imperaba otro sonido por encima del susurro del viento contra las copas de los árboles… «. Las palabras utilizadas en este fragmento están encaminadas a dotar de cierto misticismo a la narración, a la vez que resalta la antigüedad y el poder natural del paisaje. Este tipo de descripción se ajusta a la perfección a una obra oscura de misterio, detectivesca o de terror. Por otra parte algo como: «El río corría veloz después de la gran tormenta, llevando la vida de vuelta a los antiguos parajes de los recónditos bosques noruegos, en los que desde hacía eones sonaba el estridente canto de las aves, el cual era arrastrado a través de kilómetros por el viento de las montañas…», maneja conceptos bastante similares, pero el sentido de las ideas se encuentra orientado hacia la magnificencia natural y nos deja con la idea de que a pesar de haber ocurrido una gran tormenta, la vida sigue su curso y un orden milenario continúa en equilibrio. Esta descripción iría acorde con un texto menos sombrío, pues hay esperanza oculta en sus líneas.
Personajes
Este tipo de descripción, nos servirá para determinar qué tanta libertad queremos darle a la imaginación del lector a la hora de decidir rasgos sobre nuestro personaje.
Muchos de los aspectos que tiene la personalidad de un individuo dentro de nuestra historia, estarán directamente ligados a las interacciones con otros de ellos y éstas se verán reflejadas incluso en los diálogos que mantienen.
En el caso de personajes importantes, como lo son los principales, secundarios y algunos otros de cierto peso para la historia, por lo general es conveniente una descripción detallada que facilite la identificación con él o el desprecio hacia el mismo. Para ayudarnos a generar un boceto de apoyo, nos hacemos preguntas sobre su apariencia a simple vista; ¿cuál es su estatura?, ¿cómo es su cabello?, sus ojos, la manera en que sonríe, algún detalle que lo distinga como una cicatriz, lunar o marca de nacimiento, alguna característica física o discapacidad, su estado de salud, etc. Y luego nos vamos directo a exponer rasgos sobre su personalidad; ¿cómo actúa?, ¿cómo habla?, ¿cómo se mueve?, ¿en qué piensa?
En el caso de personajes de importancia menor e incidentales, quizá lo conveniente sería resaltar únicamente algún detalle específico que nos servirá como un recurso más para la ambientación. “Por el camino apareció un hombre anciano tirando, con visible esfuerzo, de una carretilla repleta de carbón. Al pasar junto al soldado, le dedicó una mirada molesta y fugaz, luego continuó empujando su carga hasta perderse en el bosque… ”. En este ejemplo «el hombre anciano» es alguien a quien probablemente no volveremos a ver, sin embargo ha conseguido decirnos varias cosas y hacernos suponer otras en tan sólo unas pocas líneas. Éste es un ejemplo de un personaje que funciona totalmente como complemento de la ambientación.
Algunas recomendaciones
Cualquier escritor al que se le pregunte por un consejo en el arte narrativo, responderá que para poder mejorar son necesarias dos cosas, leer mucho y escribir mucho.
Sin embargo, existen ejercicios que ayudan a desarrollar habilidades específicas; en el caso de la descripción, es de utilidad tomar la fotografía de un escenario y analizarlo a detalle, para luego proceder a describirlo. Una buena alternativa es simplemente la de ir al parque o algún lugar público donde puedas observarlo todo en un ambiente interactivo. Céntrate en una persona y conviértela en tu personaje; pregúntate lo que está viendo y cómo lo hace sentir aquello que percibe y, luego, ¿cómo le afecta?
Lee autores que profundizan ampliamente en sus descripciones, pero también analiza cómo trabajan aquellos que con pocas palabras nos dicen mucho, pues el éxito de una buena descripción no radica en su extensión, sino en lo que logra transmitir y dejar marcado en la memoria del lector.