
Por S. Bobenstein
Cuando se habla de películas y cineastas mexicanos, seguramente uno imagina largometrajes realistas que retratan las crueldades sufridas por la gente menos favorecida del país, historias dramáticas (o melodramáticas) de amores imposibles, circunstancias draconianas o heroísmo popular y, en la actualidad, comedias románticas genéricas, sin estilo propio e insustanciales. Hay cierta razón en pensar así. Sin menospreciar a las obras maestras de la cinematografía mundial entre sus filas, como Vámonos con Pancho Villa (Fernando de Fuentes, 1935) o Los olvidados (Luis Buñuel, 1950), el cine hecho en México y hecho por mexicanos tradicionalmente se ha encasillado en estos temas, resultado de la dinámica social e histórica del pueblo, llegando a tal punto de pensar en el cine mexicano como un pseudo-género cinematográfico por sí mismo.
Entonces, en 1993, Guillermo del Toro estrenó su ópera prima, Cronos, y abrió su caja de Pandora. Con un estilo ecléctico muy particular, el oriundo de Guadalajara, Jalisco, demostró que México tiene mucho más que contar que sólo dramas realistas; la fantasía, los monstruos, la oscuridad, lo extraño y el imaginario colectivo son tan parte de la realidad de los seres humanos como su día a día. Especialmente en México, incluso en nuestros tiempos, la división entre lo fantástico y lo real existe únicamente como una postura oficial; el mexicano promedio vive constantemente rodeado de magia, espíritus, ángeles, demonios, santos y monstruos, todo influye en su vida, en su destino y en su muerte, de forma que su mundo no se concibe como un dispositivo mecánico, sino como un ser viviente por sí mismo a quien hay que amar, complacer, temer o, en algunos casos, combatir. Del Toro lo sabe, lo ha experimentado, lo vive, utiliza su mexicanidad para analizar el mundo y sus historias, con lo que crea narrativas propias en las que nos expresa su visión: lo extraño, lo monstruoso, lo grotesco, lo diferente y lo anormal es lo verdaderamente real y lo hermoso. La belleza y la normalidad son ilusiones que muchas veces sirven para encubrir a la auténtica maldad y, en el momento en que uno parece más necesitarlo, en la oscuridad se puede llegar a encontrar más esperanza y amor que en la propia luz.
Con la exposición En casa con mis monstruos, Guillermo del Toro nos abre las puertas de su palacio mental y nos invita a darle un vistazo a lo que en él habita. A lo largo de ocho salas, más de novecientos artículos, entre propios (sus “tiliches”, como el cineasta los llama) y préstamos de otras colecciones, nos guían en un recorrido por las experiencias del tapatío en tres diferentes facetas: el coleccionista, el creador y su imaginario. Cabe destacar que la mayoría de los artículos de la exposición son propiedad personal de Guillermo, los cuales resguarda en su Bleak House, en Los Ángeles, California. Aunque los ha expuesto con anterioridad en varios lugares dentro de la Unión Americana, esta es la primera vez que expone sus artículos en México, en su natal Guadalajara, y, lamentablemente, será la última vez que vuelvan a salir de la Bleak House. Es de entenderse, puesto que la mayoría de los objetos son piezas únicas e invaluables, entre antiguas y modernas, que fueron seleccionadas y adquiridas personalmente por Guillermo y representan para él partes de su vida misma. Las ocho salas de la exposición fueron nombradas Infancia e inocencia, Cuarto de lluvia, Victoriana, Magia y ocultismo, Cine, cómics y pop, Frankenstein, Nosotros, los otros, los monstruos y Muerte y más allá.
Infancia e inocencia
La sala no sólo nos hace entender cómo fue Guillermo del Toro de niño, sino también nos explica su visión acerca de la niñez y su importancia. Durante la infancia, la imaginación está más viva que nunca y se puebla con toda clase de seres y situaciones que van más allá de lo que los ojos ven, una simple muñeca fea puede convertirse en lo más aterrador que existe, unos ojos saltones y unos colmillos de plástico lo convierten a uno en un vampiro, una niña común y corriente puede convertirse en una princesa con la guía de un fauno, y todas las películas e historias de otros mundos y otras tierras se sienten más reales que la realidad misma. También, durante esta etapa es cuando más propensos somos a ser lastimados por el mundo y cuando más valientes podemos ser al enfrentar y, más importante, comprender lo que nos asusta, llegando incluso a encontrar el gusto por ello y hacerlo parte de nuestra vida.
Cuarto de lluvia
Del Toro afirma que la lluvia, los truenos y los rayos le ayudan a escribir y leer mejor. Esto lo puede encontrar en abundancia durante las épocas de tormentas en Guadalajara, pero no en Los Ángeles, de clima principalmente seco y árido, donde él reside actualmente. Por lo tanto, se propuso crear un “cuarto de lluvia” en su Bleak House, en el que siempre estuviera lloviendo. Así, mediante técnicas teatrales, Guillermo consiguió lograr hacer real la ilusión de lluvia a voluntad en esa habitación y, ahora, puede disfrutar de su ambiente favorito cada que lo desee. En la exposición podemos ver una réplica de un rincón de esa habitación, en la cual una escultura a tamaño real de Edgar Allan Poe, uno de sus escritores favoritos, se encuentra cómodamente sentada con libro en mano para hacerle compañía al cineasta. Este es su espacio para dejar volar libremente la imaginación, el lugar donde la magia de su pensamiento tiene lugar.
Victoriana
En su película de 2015, Crimson Peak, Guillermo escribe una carta de amor a la época victoriana y al estilo gótico. Siendo un fanático de la estética y las maneras de la época, en esta sala encontramos el vestuario y parte del mobiliario que se usó en la película, en los que podemos ver el detalle y las ilusiones que el director pudo lograr. Además, se encuentran otros objetos y curiosidades reminiscentes de esa época, como una miniatura de una máquina del tiempo, y por supuesto, rarezas que sólo él pudo haber encontrado.
Magia y ocultismo
Cuenta del Toro que, una Navidad, les pidió como regalo a sus padres una mandrágora, pues quería iniciarse en el estudio de la magia negra. Eso sólo fue el primer signo de una fascinación inquebrantable por las artes ocultas y el ilusionismo que lo acompaña hasta hoy. Baúles con pociones y talismanes, pinturas sobre el infierno, paisajes ominosos y motivos religiosos, bustos de ilusionistas históricos, dispositivos alquímicos para la inmortalidad, el Buen Samaritano de Hellboy, una escultura a tamaño real de H. P. Lovecraft y una máquina para extraer ectoplasma son algunos de los artículos que podemos encontrar en esta sala, incluso se puede experimentar de primera mano la aparición del fantasma de un niño…
Cine, cómics y pop
La cultura popular fue y sigue siendo un pilar de suma importancia en la formación de Guillermo. En esta sala, El Santo se encuentra con Hellboy, Fantomas se encara con John Constantine, los kaiju pasan por los sets de Jason and the Argonauts (Don Chaffey, 1963) y Hayao Miyazaki “convive” muy de cerca con Orson Welles, todo un remolino de parafernalia de la “cultura pop”. Aquí encontramos una especial distinción hacia la animación stop motion, hacia la que del Toro ha puesto especial atención y ha tratado de impulsar.
Frankenstein
El monstruo que no lo es tanto, el hombre que es más monstruo. Así podría resumirse el tema de esta sala. Es por todos sabido el especial cariño que Guillermo del Toro le tiene al monstruo de Frankenstein, una criatura inocente y malformada rechazada por su creador y lanzada a un mundo que le teme y le odia por no ser capaz de entenderla. Aquí encontramos la colosal cabeza del monstruo de Frankenstein hecha con lujo de detalles, así como esculturas de un par de escenas de las películas Frankenstein (James Whale, 1931) y Bride of Frankenstein (James Whale, 1935), de las favoritas del tapatío. Entre modelos de enfermedades y malformaciones, se nos recuerda que no debemos ser tan rápidos y duros para catalogar como monstruoso a algo o alguien, ya que eso habla más de lo monstruoso que es uno mismo.
Nosotros, los otros, los monstruos
Continuando con la meditación acerca de lo monstruoso, en esta sala encontramos la humanidad de los monstruos, seres y personas con anhelos, sueños, ilusiones, esperanza y amor, justo como “las personas normales”, pero, a diferencia de los últimos, no pueden ocultar lo que es diferente en ellos, se muestran tal cuales son, siendo ese su principal “defecto”. Fenómenos de circo y criaturas abstractas nos rodean y Guillermo nos recuerda que la belleza y la normalidad esconden una maldad mucho más profunda de lo que podemos imaginar, y esa maldad es la que crea a los verdaderos monstruos.
Muerte y más allá
La muerte no es el final de todo y el Más Allá está mucho más cerca de lo que creemos. Vampiros, esqueletos y cadáveres reanimados gobiernan esta sala, presididos por un hombre pálido cuyo saludo puede ver más penetrantemente que cualquier ojo. Todos los días la muerte nos rodea, todos los días estamos a un segundo de dar ese gran salto existencial, debemos siempre tener en mente que somos más que sólo nuestro cuerpo material y que la vida existe de maneras muy diferentes a lo que se nos enseña a creer.
En casa con mis monstruos es una experiencia única y enriquecedora, la mente de Guillermo del Toro es una lente con la que todos podemos ver el mundo de una manera diferente, podemos entenderlo y aceptarlo desde perspectivas que no muchos se interesan o se atreven a observar, perspectivas que nos acercan a la tolerancia y a la comprensión, que, en manos hábiles, nos ofrecen una vida de claroscuros más nítida que el esplendor de la perfección.