
Por Aledith Coulddy
En menos de dos días, la Academia Sueca dará a conocer públicamente los ganadores del Premio Nobel de Literatura. Este año, y por única ocasión, dos escritores serán galardonados. Esto se debe a que en el año 2018, se canceló la ceremonia de premiación debido a escándalos sexuales e irregularidades dentro de la Academia, por lo que se postergó dicho reconocimiento al presente año.
Una de las autoras favoritas para recibir el Nobel este 2019 es Margaret Atwood, prolífica escritora canadiense, nacida en 1939, que es ampliamente conocida por su trabajo dentro del campo de la literatura, además de sus acciones en el activismo en defensa de las aves y por ser la autora de una de las obras más reconocidas de los últimos años: «El cuento de la criada».
Si bien son muchas las razones por las que alguien como Atwood podría ser la galardonada el próximo jueves, este día les presentamos un ejercicio narrativo conciso pero brillante que la autora publicó en el año de 1983.
«Finales felices» cuenta, sin mucho preámbulo, seis historias muy cortas cuyos personajes principales son John y Mary.
En todos los cuentos, se habla de una temática en común: el romance. Éste, sin embargo, no es desarrollado de la misma forma en cada una de las narraciones, sino que juega con los nudos y complicaciones de la trama para crear diferentes historias cada vez.
No obstante, en todos los ejemplos, a pesar de que el elemento en común es la temática y los personajes, nos encontramos con que el desenlace concluye en un punto similar.
Margaret Atwood hace uso de esta técnica narrativa para dejar en claro algo sumamente esencial en la construcción de las historias: los finales de las obras que vemos dentro de todos los ámbitos de la ficción son, en efecto, relevantes, pero es el desarrollo, lo que se cuenta entre evento y evento y lo que ella llama los «cómos» y los «por qués», lo que determina la calidad, relevancia, impacto y trascendencia de una obra.
En otro momento hablaré de ese elemento importantísimo como lo es el final de una historia, pero, por ahora, es necesario recalcar la relevancia de lo que Atwood hace mención en su breve texto.
En una lectura que no toma más de diez minutos, ejemplifica de manera magistral los cómos y los porqués; los breves relatos son ágiles, dinámicos e interesantes, pero al llegar al último, en el cual la autora da su conclusión, es posible realmente observar el cómo y el por qué pequeñas –pero muy importantes– variaciones en la lectura, pueden conseguir que el tono y la atmósfera de la narración sea abismalmente distinta, aunque se hable del mismo tema y posea el mismo final.
Para los escritores en entrenamiento, este ejercicio aplicado en cualquier temática, podría no sólo hacer volar la imaginación, sino desarrollar la destreza para llevar el mismo concepto a una historia más en forma o más relevante para los propósitos del autor.
Mientras tanto, escritoras como Margaret Atwood, que no sólo han dominado el arte de la narrativa, sino que han usado su conocimiento para crear una obra breve y brillante como «Finales Felices», pueden darse el lujo de usar excepcionalmente la técnica, de transmitir ese conocimiento y de, en una de esas, ser capaz de ganar un Premio Nobel de Literatura.