
Por Aledith Coulddy
En La Puerta Falsa, aunque somos parte y consumidores activos de muchos medios de expresión artísticos, es cierto que nos desenvolvemos más en el camino de la literatura.
Justo hace unos días, los cuatros miembros de este grupo analizábamos en una charla casual, el linchamiento colectivo que se les da a algunas obras literarias por parte de los que son llamados «expertos» o «estudiados» de este ámbito.
Obras que tratan temas como la fantasía y la ciencia ficción o incluso el colectivo policiaco son usualmente menospreciados por quien considera que lo verdaderamente relevante en el arte de la palabra escrita es sólo lo clásico, el realismo, o la no ficción.
Estos sujetos, sin embargo, se olvidan que dentro del enorme campo de las obras de ficción, en específico las antes mencionadas, nos encontramos con ejemplares tales como «El señor de los anillos», la obra completa de Isaac Asimov y los atisbos de narraciones detectivescas en los cuentos de Poe que más tarde se consolidaron en grandes como Agatha Christie o Arthur Conan Doyle.
¿Qué pasa entonces con autores como Dan Brown, Stephen King y J. K. Rowling? ¿Son acaso el Marvel de la literatura? ¿Estarán siempre bajo el lente de la mediocridad y la duda artística por hombres y mujeres que no dan valor a sus obras?
La respuesta es fácilmente predecible y no cabe lugar a dudas: sí. Un producto como los ya dichos, son frecuentemente puestos detrás de una vitrina de dudosa calidad. No son lo que los expertos llamarían arte. No son literatura, no son cine. Son sólo un producto comercial. Pero, ¿qué le da el valor al arte?
Para responder esta pregunta primero debemos establecer qué es arte. A lo largo de la historia de la humanidad se ha intentado definir este término, definiciones que fluctúan entre las meros conceptos puntuales hasta los que abarcan otros criterios más técnicos. En resumen, el arte es un medio de expresión humana que, mediante recursos técnicos y estéticos, busca transmitir una percepción de la realidad (emociones o ideas) a su receptor.
Dentro de esta definición, entonces, la mayoría de las expresiones visuales, sonoras y sensibles podrían ser catalogadas como arte, pero para definir el valor de una obra se deben tomar en cuenta dos elementos esenciales: el valor estético y el valor artístico.
- Valor artístico
Este tipo de valoración de una obra se concentra en evaluar los aspectos técnicos de la misma. Hace referencia, en el caso de la literatura, al uso del lenguaje del escritor, el dominio en figuras retóricas, congruencia en su narrativa, cadencia, desarrollo de la historia, etc. Es algo que puede ser medido OBJETIVAMENTE, puesto que existen las técnicas necesarias para valorar si posee calidad intrínseca.
- Valor estético
Dentro de esta categoría nos encontramos con otros puntos que nada tienen que ver con la técnica o la calidad de una obra por sus características intrínsecas. Este valor es dado por los factores externos.
Tenemos que una obra, es valorada por el autor de la misma, por el contexto cultural, temporal y social en el que fue creada, por su relevancia dentro del mercado y por la importancia personal que el espectador le da. Estos valores no son menos importantes porque definen su relevancia con el paso del tiempo, su impacto en la historia de la humanidad e incluso dentro del individuo mismo y su valor económico. Son valuaciones realizadas SUBJETIVAMENTE, pero valuaciones válidas al fin de cuentas.
Dicho esto, ¿qué tan veraces son las declaraciones de un grande como Scorsese o de un catedrático de una universidad famosa acerca de que Stephen King no puede ser considerado literatura?
Son parcialmente verdaderas. Scorsese tuvo un problema al generalizar un producto que abarca una dimensión enorme de calidades como lo es el Marvel Cinematic Universe. No podemos decir que Iron Man 3 tiene un valor artístico elevado, e incluso dudo mucho que el valor estético sea relevante de la misma forma, no obstante, existen ejemplares que, al menos, en efectos visuales y narrativos, tales como Winter Soldier o Civil War, poseen alto valor artístico. Scorsese claramente sabe de lo que habla, pero no podemos caer en una falacia ad verecundiam para ratificar que lo que ha dicho es una verdad última, especialmente porque evaluó, primeramente, desde una generalización y, segundo, desde sólo un aspecto: el valor artístico.
Ahora bien, el afamado director Francis Coppola evaluó el catálogo de Marvel desde el punto de vista del valor estético. Al mencionar que son «despreciables», afirmó que no le transmitían lo necesario para ser considerado arte. Su opinión es más que válida, no le podemos obligar a que sienta emoción alguna al ver dichas cintas, pero nuevamente su problema fue el generalizar y tomar sólo un aspecto para evaluar la riqueza y el impacto de algunas de estas películas en la sociedad.
El valor artístico que evalúa la técnica y el valor estético que mide su impacto en el ser humano, aunque no nacen de la misma rama sí están sujetos a la misma raíz.
No sirve de nada tener un poema con alto valor artístico si no hay nadie quien lo lea y pueda darle un valor estético y, por otro lado, deja un mal sabor de boca una obra que aunque posea gran valor estético por su impacto económico, no tenga valor artístico, cuya única importancia recaiga en cuánto estés dispuesto a pagar por ella.
El arte es tan subjetivo u objetivo como la idiosincrasia de quien lo valore. Así, tenemos que un experto que sólo considera a la no ficción y obras clásicas como arte, afirme que «Cementerio de animales» o «El código Da Vinci» no son literatura. Mientras en un rincón del mundo, algún joven escritor fue tan inspirado por estas obras para decidir hacer una carrera en letras, para cambiar un aspecto de su persona o para pagar miles de dólares por una primera edición de estas novelas.
La verdad absoluta en el arte no existe. Es maravilloso encontrarse una obra con alto valor estético y artístico y ver cómo unifica las opiniones tanto de quien sólo se concentra en un aspecto u otro. Sin embargo, podemos ser más que Scorsese o Coppola en cuestión de opiniones, podemos ser alguien que trata de estudiar y conocer más acerca de las vertientes técnicas del arte, pero siempre respetando que el valor del mismo recae en matices subjetivos que van mucho más allá de nuestro propio poder y reconocimiento. Recaen en el respeto a la opinión y sensibilidad ajena.