
Por Aledith Coulddy
*CONTIENE SPOILERS*
Star Wars fue uno de los grandes, se atrevió a innovar en una época y con un género cinematográfico que pocos se habían arriesgado a explorar. Revolucionó el terreno de la aventura espacial, aunque no cupiera dentro de la ciencia ficción, e hizo enormes aportaciones al arte de los efectos técnicos y visuales. No conforme con eso, además le otorgó a la audiencia una historia plagada de personajes atractivos con los que niños y adultos empatizaban.
En el siglo XXI, muchos años después de que se hubiera estrenado la primera película de Star Wars (42 años específicamente), el mundo del cine ha crecido en todos los sentidos y direcciones posibles. La tecnología audiovisual se ha desarrollado de tal forma que, a pesar de que ya poco nos sorprenda, nos sigue maravillando por su continuo progreso. La calidad actoral en el gremio no ha mermado, los guiones cada vez son más ambiciosos y, aunque no todos, persisten en la búsqueda de complacer, sorprender y asegurarle al espectador un buen rato.
Dicho esto, podemos observar que lo que en un inicio le dio tanto poder y prestigio a la saga de Star Wars, hoy en día es algo que se puede considerar común, e incluso que se exige dentro de las salas de cine para que una película sea considerada de valor.
¿Qué tiene entonces que aportar una serie de películas que ya lo han visto y conocido todo? Este meollo recae en persistir con la calidad de los efectos visuales y valores de producción en cuyo caso, no hay nada qué reprocharle realmente a la saga. No obstante, tenemos otro elemento que es importantísimo e igual de relevante para el éxito de una producción y esto es su calidad narrativa.
Star Wars, en esta nueva trilogía, contó una historia con enormes huecos argumentales y situaciones trilladas. Los primeros, que en definitiva son injustificables, dejan un mal sabor de boca, puesto que le arrebatan verosimilitud a la obra (anexo artículo sobre la labor de la verosimilitud en obras de fantasía) y esto provoca que la historia no sea tomada con la suficiente seriedad. En el caso de lo segundo pueden ser perdonadas si tienen un planteamiento adecuado, al final de cuentas, casi todo se ha visto ya en la ficción, por lo que proponer algo «verdaderamente» nuevo no es relevante sino cómo se cuente.
Partiendo de este punto, me remito al título de esta pequeña crítica para aseverar que éste fue precisamente el gran problema de la nueva saga de Star Wars: la falta de planteamiento narrativo.
Y, ¿a qué se refiere esto? A que ninguna acción es justificada sino que aparece dentro de la narrativa por razones ambiguas y en las que difícilmente puede determinarse su origen, de dónde vienen y por qué son así.
En términos personales, el que «The force awakens» sea una copia o no de «A new hope» o que los protagonistas no hayan estado a la par de sus análogos de los 70, no es un gran problema como el hecho de que las circunstancias originadas durante esta serie de nuevas historias no tuvieran una congruencia que se percibiera orgánica.
Mucho de esto tuvo que ver con los múltiples cambios de decisiones durante el proceso creativo y el hecho de que estas iniciativas se vieran turbadas por querer complacer a un público que en ocasiones resultó irracional así como a directivas caprichosas que no les interesaba innovar.
Sin embargo, lo que yo considero fue su mayor Talón de Aquiles dentro de esta falta de planteamiento narrativo tuvo su lugar en la ausencia de un villano fuerte que aportara algo relevante a la historia.
Dicen que una historia es tan buena como su antagonista y que éste tiene la capacidad de rellenar huecos que pudiera dejar un héroe o protagonista mal elaborado o incluso que se presentara dentro de una historia que es repetitiva o torpe.
En el caso de Star Wars, el gran villano o antogonista estuvo ausente. Nos presentaron a un enigmático Snoke con motivaciones poco claras, pero que se mantenía interesante porque era algo poco conocido y tenía la capacidad de manipular al segundo antogonista (del que hablaré a continuación) junto a sus huestes. Esta introducción, no obstante, se quedó en nada más que eso, una sombra de algo que pudo ser, puesto que los directores y guionistas no dieron ese paso para explorar más al personaje y lo eliminaron antes de que tuviera algo relevante qué decir.
Luego tuvimos a Kylo Ren, un joven perturbado por una misión autoimpuesta que no terminó de concretarse en ningún momento. Las acciones que llevaba a cabo parecían arrebatos de frustración e ira que más que causar miedo o respeto, transmitían sensaciones de estar mirando el eterno berrinche de un adolescente cuyo carácter aún no está bien definido. Este personaje no poseía la fuerza de los villanos clásicos de Star Wars, no aportó algo memorable a la saga y, en definitiva, no podía cargar sobre sus hombros el peso de ser nombrado «El villano de la trilogía».
Esto nos lleva a un vacío dentro de la narrativa. ¿Qué es una historia sin un antagonista? Y sobre todo, ¿qué puede aportar una historia como Star Wars sin un antagonista con la fuerza de Darth Vader o el emperador Palpatine?
Los directivos vieron bien, entonces, traer de vuelta a un fantasma, un fantasma que acechó a los protagonistas tan dentro de las sombras que nadie lo alcanzó a ver, ni los propios escritores de la nueva trilogía. No existió ese planteamiento narrativo adecuado en el que se expusiera, aunque fuera de forma sutil, los inicios de una amenaza proveniente de este personaje. Al quedarse sin antagonistas fuertes recurrieron a traer a la vida a uno que llevaba muerto años. Y esto no es un problema en sí, porque puede ocurrir y porque cuando es bien planteado, recrea escenarios, sensaciones y resulta en un impacto positivo para la audiencia; sin embargo, en este caso, no sucedió así.
Palpatine de pronto tenía un hijo, una nieta y un propósito que lucía tan claro que parece una broma el cómo nadie lo vio nunca y la pregunta aquí fue ¿será que todos estaban distraídos para figurarse esto o es que quizá los guionistas jamás lo establecieron bien?
La respuesta creo que será un acuerdo unificado: lo segundo fue lo que ocurrió, una falta de adecuado proceso creativo que terminó por presentar una obra que se siente incompleta y poco memorable.
Las películas en sí no son terribles como algunos quisieran aseverar. Tampoco poseen esos elementos para hacerlas llamar basura, y este tipo de percepciones se originan muchas veces en lo más profundo de los sentimientos de decepción y frustración de algunos fans, sin embargo esto responde más a lo que ellos esperaban que a lo que se les otorgó.
El problema real recae en un aspecto de narrativa que nada tiene que ver con mucha o poca nostalgia, mucho o poco parecido con las películas anteriores, mucha o poca inclusión, sino en el hecho de saber que importó más entregar algo por entregar que por sentarse y crear historias congruentes con personajes y situaciones bien planteadas.
Esto quizá sirva de lección a las grandes productoras cinematográficas: no todo debe gustar ni va a gustar por el sólo hecho de tener un antecedente. Ese dicho de «crea fama y échate a dormir» no cabe ya en este mundo, y este aspecto puede ser algo muy bueno, pues se crea la posibilidad de que los estudios se interesen en aportar algo de verdadera calidad y que no se conformen con la vaga justificación de que todo se ha hecho ya. Ejemplos de obras que aun hoy continúan dejando sentimientos de satisfacción y de no haber visto nada igual antes siguen existiendo y, como fan de la cultura pop, deseo que Star Wars vuelva a encontrar este camino y resurja en un futuro más fuerte que nunca.