
Por S. Bobenstein
Los estudios Marvel, pese a lo que cualquiera pueda opinar de ellos, son los responsables de popularizar los universos cinematográficos compartidos. Veintitrés películas y miles de millones de dólares en ganancias son la prueba de que dichos ardides son, por decir lo menos, redituables. No resulta raro que otros dueños de personajes y franquicias potencialmente miscibles hayan tratado de imitar el éxito del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), así, tenemos los intentos de DC (con personajes tales como Superman, Batman y la Mujer Maravilla), Sony (con Spider-Man, Venom y, próximamente, Morbius), Fox (X-Men y Deadpool) y Legendary (Godzilla y King Kong); si algo tienen en común todos estos competidores es que no han logrado ni por asomo la cohesión ni la calidad narrativa que el UCM ostenta, mucho menos han alcanzado la altísima marca de recaudación.
Quizá el ejemplo más lastimoso y condensado de los errores que evita que haya algo que se le compare a “La saga del infinito” puede encontrarse en el intento de Universal Studios con su efímero Universo Oscuro, el cual sólo contó con una sola entrada, “La momia” (Alex Kurtzman, 2017), antes de ser cancelado. ¿Cómo es que algo con tanto potencial, con una rica base histórica y narrativa, con monstruos clásicos y queridos por todos como Drácula, la momia, Frankenstein, el hombre invisible, el hombre lobo, entre otros, se haya venido abajo con tan sólo una película? La respuesta es sencilla y aplicable a todos los ejemplos antes mencionados: “quien mucho abarca, poco aprieta”.
La primera entrada del Universo Oscuro no es una película, es un prólogo. “La momia” no fue pensada para contar una historia por sí misma, sino para dar pie a todas las demás posibilidades argumentales, por lo tanto, carece de identidad individual y de contexto, es todo y nada a la vez. La paradoja es evidente en cada uno de los ciento diez minutos del largometraje, lo que se observa en pantalla promete mucho pero no cumple nada, sólo proporciona una experiencia frustrante y anti-catártica. Para levantar una casa se necesitan ladrilllos fuertes, si no, la construcción se viene abajo ante el menor estrés. Con “La momia” se busca establecer los cimientos de un universo cinematográfico con UN SOLO ladrillo de arena mojada. El Universo Oscuro estaba destinado a fracasar desde el planteamiento del primer guión. Cada película, cada historia en un universo compartido, debe ser capaz de sostenerse por sí misma, debe tener algo qué decir, algo qué aportar a la colectividad, de forma que, al juntar todas las voces, el coro se convierta en algo magnífico, en un collage que incrementa la grandeza de sus partes cuando sus argumentos individuales entran en conflicto directo. No se trata sólo de hacer promesas de que se avecina algo genial, uno tiene que ser capaz de ver esa genialidad en cada una de las partes.
Algo similar sucede con sus personajes. En “La momia” existen personajes originales y clásicos que sólo son bocetos, su importancia no va más allá de que aparecen en la historia, no tienen alma ni personalidad, son monigotes que hacen cosas porque “así lo dice el guión”, sin justificación, volviendo a la acción vacía y al espectador, apático. No hay emoción en las peripecias que les suceden porque el público tiene sólo un esbozo de personaje con el cual no puede conectar, así que las consecuencias, buenas o malas, de nuevo, son intrascendentes.
El Universo Oscuro de Universal Studios prometió bastante, más de lo que su sabiduría y creatividad pudieron manejar, y fracasó estrepitosamente. Paciencia y constancia es lo que le hizo falta, lo mismo que a todos los demás universos cinematográficos compartidos, paciencia y constancia para crear historias y personajes vivos y con voz propia, para ejecutar premisas interesantes que son analizadas y desarrolladas al máximo de su potencial, respetando su importancia inherente y cuidando que el espectador se lleve una experiencia única y satisfactoria que, al unirse con todas las demás, no haga otra cosa que explotar en una vorágine de emociones encontradas, como en el gran final de una sinfonía. Marvel ha logrado esto a lo largo de once años y veintitrés películas (hasta la fecha), la competencia pretende igualársele con tan sólo siete, cuatro o, penosamente, una producción. Deben concentrarse primero en hacer historias de calidad, luego en pisarle los talones a los titanes.