
Por S. Bobenstein
John Ronald Reuel Tolkien no fue sólo el escritor de obras de fantasía de tal envergadura como “El Hobbit”, “El Silmarillion” o “El Señor de los Anillos”, sino también tuvo una prolífica carrera como filólogo y académico de las letras. La pasión de Tolkien por las letras y el lenguaje fue, en primer lugar, lo que lo hizo crear el universo de la Tierra Media ya que, parafraseándolo, los lenguajes de las diferentes razas necesitaban un contexto que explicara su origen y evolución, ergo, fue necesario crear su increíble legendarium. Dentro de sus muchas y muy variadas aportaciones al arte, el autor y profesor inglés acuñó el término “eucatástrofe” para definir un elemento narrativo.
La eucatástrofe (del prefijo griego eu, “bueno”, y catástrofe, que en literatura se refiere al desenlace de un drama) surge cuando se genera un repentino giro de eventos al final de una historia que asegura que el protagonista no caiga ante un destino terrible, plausible e inminente. El ejemplo más fehaciente de esto se puede encontrar al final de “El Retorno del Rey”, cuando Frodo sucumbe ante la influencia del Anillo Único y lo reclama para sí mismo en vez de destruirlo en el fuego del Monte del Destino de Mordor; esto hubiera significado que el retorno del anillo a Sauron era seguro y que todos los sacrificios de las fuerzas del bien no sirvieran para nada, sin embargo, la repentina aparición de Gollum para arrebatarle el anillo a Frodo, y su subsecuente caída hacia el magma con el artilugio, fue lo que provocó directamente su destrucción y, así, el enemigo y las fuerzas del mal fueron derrotados definitivamente. No fue la acción del héroe lo que logró la victoria, lo que evitó que el terrible destino provocado por la falla del héroe se hiciera realidad fue un suceso fortuito.
Muchos pueden alegar que la eucatástrofe no es más que un deus ex machina, pero, si bien ambos son recursos que sirven para resolver una historia de manera repentina, no son lo mismo. El deus ex machina no toma en cuenta en absoluto los antecedentes asentados en el desarrollo de la historia, sino que fuerza la aparición de un personaje o un suceso inverosímil que resuelve el problema de forma “satisfactoria”; por su parte, la eucatástrofe concuerda con los elementos establecidos previamente en la historia, a pesar de que los sucesos puedan parecer improbables o imposibles, ya que se mantiene una coherencia con el marco general de la narración. Volviendo a tomar el ejemplo de la aparición repentina de Gollum en el Monte del Destino, el que eso haya sucedido justamente cuando Frodo falló es improbable pero no imposible, ya que Gollum acompañó a los hobbits durante gran parte de su viaje y diseñó estrategias para hacerse con el anillo, además, el que los siguiera hasta el Monte del Destino sin ser visto también resulta improbable, pero existen antecedentes de que él es capaz de realizar esto, todo por la corrupción del Anillo Único.
La eucatástrofe, según Tolkien, es necesaria en todas las historias y cuentos de hadas, con ella se nos recuerda que, a pesar de que el mundo es un lugar donde el mal se encuentra en todos los rincones y parece infinitamente poderoso, siempre existe la esperanza de que el bien hallará la manera de abrirse paso para recordarnos el por qué debemos seguir adelante con nuestras vidas.