Por Oscar Valentín Bernal
«Los animales pueden resultar muy astutos y feroces, pero sólo un hombre es capaz de mentir».
Edward Prendick
G. Wells (1866-1946) estudió biología en el Royal College of Science, donde fue maestro y, posteriormente, se convirtió en uno de los escritores más icónicos en el género de la ciencia ficción, responsable de obras como «The War of The Worlds», «The Time Machine», «The Invisible Man» y «The Island of Doctor Moreau». Es considerado el primer escritor en utilizar la ciencia ficción como un lente a través del que podemos analizar a la sociedad de nuestro presente.
La Isla del Doctor Moreau cuenta la historia de un náufrago que termina por azares del destino en una isla habitada por un científico vivisector, que ha dedicado su vida a la creación de horribles criaturas híbridas.
Debo decir que al comenzar a leer esta corta novela, no me esperaba su magnitud crítica, que abarca desde la falta de ética en la experimentación científica, hasta la degeneración de la sociedad derivada de la ausencia de una ley que regule las acciones de sus individuos, y la utilización de la religión como medio para controlar a las masas a través del miedo.
La Isla del doctor Moreau es una advertencia sobre las consecuencias de la alteración desmedida de la biología, que bien puede romper las barreras del tiempo y extrapolarse a otros campos del conocimiento científico actual como lo es la manipulación genética.
Lo profundamente perturbador acerca de las criaturas de Moreau radica en ese remedo de humanidad, una caricaturización brutal del comportamiento humano que nos muestra los instintos más salvajes de nuestra propia especie y recuerda la facilidad con la que puede verse revertida la civilidad en el caso de darse las condiciones adecuadas.