
Por S. Bobenstein
Cuando la serie animada “Invasor Zim” (“Invader Zim”, en inglés) vio la luz en el 2001, a través de Nickelodeon, sorprendió a propios y extraños, y es que el estilo de su creador, Jhonen Vasquez, tanto en narrativa como en dibujo, distaba mucho de ser el esperado para las animaciones que tradicionalmente se transmitían en el canal. Oscuro, mórbido, grotesco y con una grandísima dosis de humor negro, el mundo del invasor irken Zim, GIR, Dib, Gaz y todos los demás personajes de la serie, dividió a las audiencias entre los que consideraban que la caricatura era repulsiva y no apta para los niños asiduos al canal (salvo que se viera sometida a una implacable censura) y los que la aclamaron como una de las mejores producidas hasta la fecha.
Sea cual sea la postura que uno tenga con respecto a la animación, “Invasor Zim” se convirtió en una serie de culto pese a su corto paso por televisión, alcanzando un lugar en el panteón de Nickelodeon y dando origen a tres ediciones de la convención de fans “InvaderCON”, las cuales contaron con más de diez mil participantes, así como a una serie de cómics que continúa con la historia de la caricatura y se sigue publicando mensualmente hasta el día de hoy. Dado el nivel de éxito y aceptación que la serie finalmente se ganó entre el público, Vasquez y Netflix, en 2019, presentaron al mundo “Invasor Zim y el poder del florpus” (“Invader Zim: Enter the Florpus!”, como título original), película que funge como secuela de la animación, con el beneplácito de críticos y audiencia por igual.
Después de meses desaparecido, Zim resurge en el patio delantero de su base en la Tierra junto a GIR y Minialce, listo para poner en marcha la fase dos de su plan de invasión mundial; un muy deteriorado Dib entra en alerta máxima y trata de convencer a su neurótica hermana, Gaz, y a su brillante padre, el Dr. Membrana, de la amenaza inminente que se cierne sobre el planeta entero, sin embargo, ambos interpretan aquello como siempre lo han hecho: otra locura de Dib. Tras una serie de eventos desafortunados, todo se convierte en una caótica carrera contra reloj mientras Zim trata de llamar la atención de los Más Altos, sus líderes, y Dib intenta sabotear el plan del invasor, al mismo tiempo que un “florpus”, una grieta de la realidad, amenaza con engullir a la Tierra y a toda la armada irken.
“Invasor Zim y el poder del florpus” es una muestra de la potencialidad que aún mantiene la premisa, la cual, con el apoyo adecuado, pudo y puede alcanzar niveles estratosféricos en cuestiones de calidad creativa en todos sus aspectos. La animación, que ya había sido alabada con anterioridad en la serie, se eleva hasta el punto máximo y se convierte en una delicia visual más allá del “eye candy”, la banda sonora complementa a la perfección las escenas y las acentúa para darles esa “tonalidad” tan característica del universo de Zim y las actuaciones de doblaje están en su punto, manteniendo el reparto original y dotando de alma y carácter definido y particular a cada uno de los personajes.
Aun tomando en cuenta todo lo anterior, el éxito más grande de la película radica en el desarrollo y la profundidad de los personajes, en especial de Zim y Dib, aspectos que se expanden exponencialmente en comparación con lo previamente visto en Nickelodeon. Aquí puede verse a Zim como una amenaza legítima para la Tierra y nos damos cuenta de que, pese a su acostumbrada ineptitud, en dado caso que pudiera llevar a cabo aunque sea uno de sus planes, el planeta estaría irremediablemente perdido si no fuera por la constante vigilancia (¿o paranoia?) de Dib, quien, pese a todo su esfuerzo y dedicación de proteger el mundo, no es más que ridiculizado y tachado de lunático por todos, incluida su propia familia, lo cual provoca sentimientos de frustración, depresión y alienación palpables en el muchacho, sin embargo, tal como cualquier héroe verdadero, se mantiene firme y abnegado en su cruzada.
Si hay algo en común entre Zim y Dib, a pesar de ser polos diametralmente opuestos, es su sentimiento de abandono y su deseo de aceptación y reconocimiento por parte de las personas a quienes más admiran: los Más Altos y el Dr. Membrana. En ambos personajes, puede reconocerse esa añoranza infantil por la atención y aprobación de sus respectivas figuras paternas detrás de una megalomanía desmedida, en el caso de Zim, y de un complejo de mesías, en el caso de Dib. Los dos buscan lo mismo a costa de la destrucción del otro, por lo que se convierten en némesis perfectos, aunque comparten más cosas en común de las que se atreven a reconocer.
Vasquez y Netflix produjeron un éxito más en la saga de Zim y demuestran la vigencia de la serie de forma paradójicamente esplendorosa en comparación con su oscuridad inherente. “El poder del florpus” es una película imperdible para los fanáticos del invasor irken y para los amantes de las animaciones poco convencionales, pero con valores de producción de la más soberbia calidad. Sin lugar a dudas, “los Más Altos estarán complacidos”.