«Montando la bala» de Stephen King: Una gran novela corta

Por Aledith Coulddy

“Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que ha estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?”.

Es imposible que al leer «Montando la bala» del enigmático escritor Stephen King, a uno no se le venga a la mente este fragmento escrito por Samuel Taylor Coleridge, allá entre el siglo XVIII y XIX. Y es que, en las, tan sólo, 91 páginas de la edición de bolsillo que he adquirido de esta novela, Stephen King juega con la incredulidad del lector ante aquello que se escapa de las garras de la verosimilitud.

King, quien es experto en convertir las situaciones más cotidianas en hechos plagados de escenarios grotescos, oscuros e incómodos, vuelve a llenar las páginas de este relato con la transformación de un suceso común en uno donde deja a su personaje principal –y al lector– vagando en el mundo de lo insólito, lo que puede ser y no ser.

Después de que Alan Parker recibiera la noticia de que su madre ha sufrido un derrame cerebral, se embarca presuroso en un viaje hacia el hospital donde ella se encuentra, sin imaginar que, durante su trayecto, experimentará una serie de hechos que lo dejarán cuestionando la realidad y su sanidad.

King, como en toda prosa escrita por él, hace un excelso manejo de la psicología del personaje, de forma tal que el lector vive en carne propia la preocupación, consternación y confusión de Alan Parker al tratar de desentrañar los raros acontecimientos que se ciernen sobre su, ya de por sí, preocupante noche. Podemos saborear el amargo sabor del miedo que percibe el personaje en sus papilas gustativas, respiramos la extrañeza en el aire de esa sombría madrugada en la que ocurre su traslado, y una sensación de urgencia por llegar al destino del viaje se apodera de uno tanto como lo hace de Parker. 

«Montando la bala» es una historia lo suficientemente corta para leerla en una sentada, y lo necesariamente atrapante para no soltarla hasta descubrir si, en efecto, como en el fragmento de Coleridge, la rosa que despertó en la mano del protagonista es real o no lo es.

¡Una lectura muy recomendable!

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