
Por Jonathan Novak
Ken Levine, es un genio. Puede que su nombre no figure en los créditos de muchos videojuegos, sin embargo tiene en su haber títulos de gran éxito que se enfocan, usualmente, en una buena jugabilidad con una excelente trama. Juegos que sin conocer la historia estarían por encima del promedio, pero entrando en sus mundos, se vuelven obras maestras. Este es el caso de Bioshock, primera entrega de una serie de videojuegos de ciencia ficción. El año es 1960, Jack, nuestro protagonista, se encuentra en un avión sobre el atlántico cuando ocurre un accidente. El avión se desploma dejando sólo a Jack con vida, afortunadamente nuestro protagonista se encuentra extrañamente cerca de un faro.