El valor del arte: ¿Scorsese y Coppola tienen razón?

Por Aledith Coulddy

En La Puerta Falsa, aunque somos parte y consumidores activos de muchos medios de expresión artísticos, es cierto que nos desenvolvemos más en el camino de la literatura.

Justo hace unos días, los cuatros miembros de este grupo analizábamos en una charla casual, el linchamiento colectivo que se les da a algunas obras literarias por parte de los que son llamados «expertos» o «estudiados» de este ámbito.

Obras que tratan temas como la fantasía y la ciencia ficción o incluso el colectivo policiaco son usualmente menospreciados por quien considera que lo verdaderamente relevante en el arte de la palabra escrita es sólo lo clásico, el realismo, o la no ficción.

Estos sujetos, sin embargo, se olvidan que dentro del enorme campo de las obras de ficción, en específico las antes mencionadas, nos encontramos con ejemplares tales como «El señor de los anillos», la obra completa de Isaac Asimov y los atisbos de narraciones detectivescas en los cuentos de Poe que más tarde se consolidaron en grandes como Agatha Christie o Arthur Conan Doyle.

¿Qué pasa entonces con autores como Dan Brown, Stephen King y J. K. Rowling? ¿Son acaso el Marvel de la literatura? ¿Estarán siempre bajo el lente de la mediocridad y la duda artística por hombres y mujeres que no dan valor a sus obras?

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No habrá final feliz: Una ventana a la realidad

Por Jonathan Novak

Escrita en 1989 por Paco Ignacio Taibo II, “No habrá final feliz” es una novela negra ubicada en el México de los 80’s. En esta obra, el autor trae nuevamente a su conocido personaje Héctor Belascoáran Shayne, un detective privado muy diferente a los descritos en las novelas policíacas clásicas. “No habrá final feliz” es la cuarta novela de la serie de Belascoáran y, en esta entrega, se cuenta el desafortunado encuentro entre el detective y los restos del grupo paramilitar conocido como “los Halcones”.

A lo largo de la trama, Belascoáran será enfrentado a un misterioso asesinato, el cual poco parece tener que ver con él. Si bien el desconocido asesino advierte al detective de mantenerse alejado del caso, éste sólo logra intrigar a Belascoáran por lo que, a pesar de las amenazas, decidirá llegar al fondo del asunto. 

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Invasor Zim y el poder de una serie de culto

Por S. Bobenstein

Cuando la serie animada “Invasor Zim” (“Invader Zim”, en inglés) vio la luz en el 2001, a través de Nickelodeon, sorprendió a propios y extraños, y es que el estilo de su creador, Jhonen Vasquez, tanto en narrativa como en dibujo, distaba mucho de ser el esperado para las animaciones que tradicionalmente se transmitían en el canal. Oscuro, mórbido, grotesco y con una grandísima dosis de humor negro, el mundo del invasor irken Zim, GIR, Dib, Gaz y todos los demás personajes de la serie, dividió a las audiencias entre los que consideraban que la caricatura era repulsiva y no apta para los niños asiduos al canal (salvo que se viera sometida a una implacable censura) y los que la aclamaron como una de las mejores producidas hasta la fecha.

Sea cual sea la postura que uno tenga con respecto a la animación, “Invasor Zim” se convirtió en una serie de culto pese a su corto paso por televisión, alcanzando un lugar en el panteón de Nickelodeon y dando origen a tres ediciones de la convención de fans “InvaderCON”, las cuales contaron con más de diez mil participantes, así como a una serie de cómics que continúa con la historia de la caricatura y se sigue publicando mensualmente hasta el día de hoy. Dado el nivel de éxito y aceptación que la serie finalmente se ganó entre el público, Vasquez y Netflix, en 2019, presentaron al mundo “Invasor Zim y el poder del florpus” (“Invader Zim: Enter the Florpus!”, como título original), película que funge como secuela de la animación, con el beneplácito de críticos y audiencia por igual.

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Un día especial

Por Jonathan Novak

Este pequeño es Steve, un chico menudo, alegre, de grandes aspiraciones, en resumen, un chico normal de diez años. Normal en todos los aspectos. En este momento se encuentra plácidamente  dormido en su muy común cama inteligente, ésta se adapta a sus movimientos mientras descansa, para asegurarle siempre la mejor de las noches. Además, cuando es hora de levantarse, monitorea el estado de su sueño para tocar una suave melodía despertándolo en el momento justo. De esta manera, Steve, como todos los niños de su edad, despertará tranquilo, sintiéndose perfecto y listo para comenzar el día, lo quiera o no.

Como era de esperarse, nuestro pequeño joven despierta unos minutos después de las 7:00 a. m. y, aún soñoliento, restriega la palma de su mano izquierda sobre el ojo derecho, suelta un bostezo y estira el brazo libre en un agradable gesto del cuerpo. Lentamente, las luces de su cuarto encienden, primero con un brillo tímido, y a medida que los ojos de Steve se adaptan a la luz, éstas incrementan de intensidad, sólo cuando sus ojos se han ajustado por completo a la iluminación artificial, la suave tonada finaliza con una frase conocida «hoy es un día normal».

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El «MacGuffin»: un recurso narrativo para gobernarlos a todos

Por Aledith Coulddy

Alfred Hitchcock, aclamado director y productor de cine, entre muchas de las novedades que le otorgó al legado del séptimo arte, logró popularizar un término cuyo significado pasaría a la posteridad como uno de los recursos narrativos más peculiares y reconocidos de la ficción.

El origen del MacGuffin se remonta a un diálogo en una supuesta cinta que Hitchcock miró allá por los años 30, en donde dos hombres que viajan en un tren mantienen la siguiente conversación:

«—¿Qué es ese paquete que llevas ahí?

—Oh, es un MacGuffin.

—¿Qué es un MacGuffin? —responde el hombre, intrigado.

—Es un aparato que sirve para atrapar leones en las praderas escocesas.

—Pero si no hay leones en las praderas escocesas.

—Bueno… entonces esto no es un MacGuffin».

De esta forma, Alfred Hitchcock ejemplificaba la esencia de este elemento. Pero, ¿qué es realmente?

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Hanging Blimp: Un ejemplo del terror de Junji Ito

Por Jonathan Novak

“Hanging Blimp”, en ocasiones traducido también como “The Hanging Balloons“, es un “one-shot” (historieta de un solo capítulo) de Junji Ito, uno de los artistas de manga más representativos del género de terror. 

De las historias de Junji Ito se puede hablar largo y tendido. Con un estilo único, este autor ha logrado posicionarse a nivel mundial, algo de reconocerse dada la temática y el medio utilizado por el autor.

Lograr la sensación de miedo es un arte en sí mismo, hacerlo en un medio como el cómic es especialmente difícil. En el cine, la música en conjunto de la escena puede generar tensión de manera relativamente sencilla, lo mismo ocurre en el teatro y en los videojuegos; por su parte, la literatura tiene a su alcance a la mayor herramienta de inmersión: la imaginación. 

Entonces, ¿cómo creamos terror en un medio que se limita únicamente a la vista? en esta entrada exploraremos algunas de las técnicas usadas por el maestro Junji Ito para transmitir miedo a sus lectores.

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El único problema es la elección: Una mirada a “El huésped” de Camus

Por S. Bobenstein

Albert Camus se sorprendía tanto como el mismo Jean-Paul Sartre cuando los ponían a ambos en el mismo saco, el de los existencialistas. Si bien Camus negó rotundamente su adherencia a esta corriente filosófica, es innegable que su obra literaria está impregnada de ideas que, cuando menos, coinciden en ocasiones con las expuestas por Sartre y los precursores del existencialismo, más específicamente el “absurdismo” que el Premio Nobel de Literatura de 1957 enarbolaba como estandarte.

El cuento “El huésped”, publicado como parte de la colección “El exilio y el reino” en 1957, puede ser usado para ejemplificar la “confusión” de encasillar a Camus como un existencialista, puesto que el tema de la obra, además de las alusiones hacia las posturas que él tenía sobre los conflictos de la época, se centra en la elección, la única forma de tomar alguna clase de control sobre la aterradora inevitabilidad de la existencia.

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La batalla de Point Pleasant

Por S. Bobenstein

Ya no faltaba mucho para que la rotación nocturna de la doctora Amelia Callahan terminara. La unidad de urgencias médicas del pequeño hospital general de Point Pleasant no recibió ninguna eventualidad esa noche, como casi todas las demás, aunque el personal de guardia hubiera agradecido algo de acción para que las horas pasaran con mayor rapidez en aquel ambiente aséptico, monocromático y monótono. Amelia, ataviada con bata blanca y traje quirúrgico azul marino, con su largo cabello oscuro recogido, se encontraba en su cubículo/consultorio inmersa en una antología de Camus, sentada con las piernas extendidas apoyadas sobre un banquillo para exploración, ya había dormido un par de horas luego de la medianoche y no le gustaba que el «amanecer hospitalario» la encontrara todavía inconsciente en un charco de su propia saliva, debido a su costumbre de mantener la boca abierta durante el sueño profundo. A través de las persianas de la pequeña ventana rectangular del cubículo, la oscuridad del cielo nocturno aún no era perturbada por el alba, ya no se veía la luna, pero las estrellas refulgían en todo su esplendor por encima de la vegetación boscosa que rodeaba a aquel pueblo de Virginia Occidental.

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«Finales felices»: un ejercicio narrativo de la autora Margaret Atwood.

Por Aledith Coulddy

En menos de dos días, la Academia Sueca dará a conocer públicamente los ganadores del Premio Nobel de Literatura. Este año, y por única ocasión, dos escritores serán galardonados. Esto se debe a que en el año 2018, se canceló la ceremonia de premiación debido a escándalos sexuales e irregularidades dentro de la Academia, por lo que se postergó dicho reconocimiento al presente año.

Una de las autoras favoritas para recibir el Nobel este 2019 es Margaret Atwood, prolífica escritora canadiense, nacida en 1939, que es ampliamente conocida por su trabajo dentro del campo de la literatura, además de sus acciones en el activismo en defensa de las aves y por ser la autora de una de las obras más reconocidas de los últimos años: «El cuento de la criada».

Si bien son muchas las razones por las que alguien como Atwood podría ser la galardonada el próximo jueves, este día les presentamos un ejercicio narrativo conciso pero brillante que la autora publicó en el año de 1983.

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Drácula: el espíritu de la época a finales del siglo XIX

Por S. Bobenstein

La luna llena imperaba en el cielo nocturno, su luz, tan penetrante como fantasmal, apenas era opacada por las sombras de unos cuantos jirones de nubes que se desplazaban parsimoniosamente al ritmo del silbido del frío viento del este. Bañada por la fuente plateada del astro, en la cima de una colina escarpada, la silueta de un magnífico y derruido castillo coronaba un paraje desolado, poblado por rocas puntiagudas, cadáveres de árboles que otrora fueron frondosos y el tenue sonido de las criaturas de la noche a lo lejos. Un viajero incauto, imprudente al haberse dejado sorprender por la noche durante su viaje, se acercaba por el sendero principal de la entrada del castillo en busca de refugio contra los peligros de la intemperie, no sin cierta reserva, temeroso de esa sensación detrás de su cabeza y dentro de su abdomen, esa certeza de que “algo no está bien”, mas era preferible la protección de los muros y la oscuridad a la merced de las bestias y el clima.

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